20 noviembre 2011

Recuerdos y Anecdotas

A veces en clase he tenido que utilizar ejemplos o anécdotas que, provienen de mi propia experiencia y aunque parezca mentira, encuentro a los alumnos tomar más en cuenta esos ejemplos que los propios contenidos. Eso me hace recordar en un proyecto, donde sentamos a los abuelitos (personas de la tercera edad) con los niños en el jardín, allí los abuelos contaban sus experiencias de vida y los niños embelesados escuchaban, con mucha atención. Algunos preguntaban sobre algún detalle del relato.

Definitivamente, cuando hay experiencia la enseñanza aprendizaje es más efectiva. Y si no la tenemos, siempre hay alguien que la tiene o tiene referencias sobre el punto. En una ocasión un niño de 9 años le preguntó al abuelito sobre un detalle, ¿qué hubiera sucedido si esto hubiese pasado en tal sitio? El abuelo le contesto, no conozco ese sitio, nunca he viajado a Piura. Otro niño contestó, como dice mi mamá, hubiera pasado esto…

Hay cosas que confirman reglas y normas de vida, pero no todo es posible de estandarizar u homologar, por tanto no todo es aplicable, allí está la riqueza de la sabiduría popular. Mi abuela decía “moro viejo nunca es buen cristiano” y se refería a que una persona, mientras más entrada en años sea, más difícil es que cambie de costumbres. Así podemos, tomar ejemplos que nos ayuden a comprender nuestro desarrollo en nuestras relaciones interpersonales.

Por ello, desde muy antiguo se sabe: que las personas se nos acercan y nos alaban, la gran mayoría de las veces para pedirnos u obtener algo. Esopo en su fabula de la Oveja y el Lobo concluye en su moraleja "quien te adula y lisonjea, solo su bien y tu mal desea"

Yo no sé si Alfonso habría leído a Esopo,  pero cuando alguien se le acercaba muy cariñoso o adulador él siempre -a modo de pregunta y con cierto sarcasmo- decía "qué vendes" es decir que ya sabía y ponía sobre aviso a la otra persona, que se le acercaba por algo, en todo caso que fuese directo a lo que venía. En otros casos, al igual que Margarita, sólo miraba y escuchaba, pero sus caras decían lo mismo “que vendes”.

Cuán importante es esta lección de vida pues encierra uno de los corolarios estudiados por Watzlawick que, desde otro punto de vista, se refiere a: siempre que se desea que alguien nos escuche y abra su mente es importante tocar primero su parte afectiva, por supuesto sin tratar de manipular a la persona. Pero Esopo era tajante, en el sentido de que siempre hay intencionalidad cuando alguien nos trata muy afectuosamente.

¿Qué opinan ustedes? Les dejo la inquietud
Cordialmente,
Carlos Alberto

01 noviembre 2011

La ciudad de los perros

No me refiero a la novela, ni a su argumento. Quizá debí decir, los perros de la ciudad. Desde julio estoy en mi nuevo apartamento, una zona bonita en Miraflores. A diferencia de la zona donde vivía, esta tiene la particularidad de que en todas las casas aledañas tienen perros y lo peor del caso es que ladra uno y pareciera que conversan, empieza otro a ladrar y siguen los demás, pero en un desconcierto de madrugada.
Nos quejamos de los ruidos, de los decibeles, de la contaminación ambiental, pero no nos quejamos de los perros que no nos dejan dormir tranquilos. ¿Es qué no los escuchan? Creo que es un despropósito criar animales y que estos afecten nuestras vidas. Por ejemplo, los médicos nos dicen que en los asentamientos humanos hay que erradicar la zoonosis, ¿y en las zonas urbanas?
Bertolt Brecht, dramaturgo alemán decía en algunos de sus escritos “… los peores horrores de la vida, se dan en la vida cotidiana”, este es uno de ellos. Mi derecho a vivir tranquilo, está siendo sometido a un bullicio terrible, originado por los perros de mis vecinos.
Entiendo la idea de un guardián en la casa, pero acaso no le podemos enseñar a estar sin ladrar. Los animales aprenden y los perros lo hacen muy bien. Los que no aprendemos, somos los humanos, porque creemos que el animal no debe ser entrenado y los criamos como si fuese silvestre. Lo sacamos a la calle para que la ensucie.
Pero ese no es mi propósito, aquí lo que quiero decir es que nos estamos acostumbrando a tener, de manera común y silvestre, perros que “deben hacer bulla, para que los ladrones se den cuenta, que alguien cuida”, otros crían perros de adorno, pero también hacen bulla. Algunos exhiben en la calle a sus perros y no les enseñan a estar tranquilos, sin hacer bulla.
Un ejemplo, de lo valioso que es un perro, es el de los celadores o serenos que van con sus perros enormes, bien cuidados y alimentados. Lo que más destaca es que no hacen bulla. Es que los vecinos no podemos quejarnos sobre ello, es que la municipalidad de Miraflores no puede hacer algo al respecto. Porque no les da un aviso a los vecinos del barrio para que acudan al lugar donde entrenan a los perros de los serenos. Así todo viviríamos en paz y armonía.
¿Qué creen ustedes?

Gracias por seguirme,
Carlos Alberto Gálvez