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26 junio 2016
Nuestros Derechos, el Estado y la Administración Pública
Publicado el 24 junio 2016 en "Consultor Organizacional"
Página. http://galvezmca.wordpress.com
En la última Exposición que realicé, en una institución pública, sobre “Humanización y buen trato al usuario”, en medio de la presentación participativa sobre las necesidades y derechos de las personas que reciben servicios, salió a relucir la pregunta de fondo, ¿de quién es esta institución?, o mejor dicho ¿Quién es el dueño de esta entidad? La respuesta fue rápida, “el Estado” Igualmente rápida fue mi repregunta, ¿y quién es el Estado?, qué personaje es ese, tan figurativo como los héroes de los comics. Al margen de las respuestas que obtuve, continuaremos con otras preguntas para el desarrollo de este escrito. ¿Por qué es importante saber del Estado?, ¿Cómo aparece la administración pública?, ¿condiciona la administración pública nuestros derechos?, ¿Por qué no se respeta nuestra dignidad?
La Constitución Política del Perú en su artículo 43° dice:
“La República del Perú es democrática, social, independiente y soberana. El Estado es uno e indivisible. Su gobierno es unitario, representativo y descentralizado, y se organiza según el principio de la separación de poderes”
Estado
Pero, qué es el Estado, sino un ideal que busca expresar una síntesis realizable de la sociedad, que canaliza una fuerza hacia una dirección necesaria para el cumplimiento de la razón de ser del propio cuerpo social.
Esto en teoría y para otros países, quizá sea comprensible; pero en el Perú de hoy con toda nuestra diversidad, resulta algo más complicado. Y es que la concepción de Estado, teórica y ajena a los peruanos, genera una idea aislada de la concepción de Sociedad. El Estado no puede ser una realidad distinta de la Sociedad, porque para articularse con ella, genera los mecanismos que se conciben como Administración Pública, y es a través de ellos que se intenta generar desarrollo.
Lo antes expresado implica, los planes y metas (ideas) y las prioridades (política-uso del poder), que representan a las personas que se unen para conseguir su bienestar. Es aquí donde empieza nuestro tema de fondo, en la solución de nuestros problemas de identidad cultural y la construcción de instituciones en la práctica administrativa, en nuestros derechos humanos y en la democracia.
En este espacio, es donde administración y democracia se encuentran ligadas. En este punto, es donde el Estado Moderno acentúa su carácter “administrativo” y la administración lo ensancha y transforma . Así los especialistas hablan de la necesidad de eficiencia del Estado, pero no identifican que política y administración tienden a emparejarse.
La administración pública se convierte en el centro de gravitación de todas las actividades del Estado. Así, el Estado deja de ser una representación teórica y aparece como sujeto en la práctica. Es donde aparecen los gobiernos que encarnan al Estado y se hacen cargo de la administración. Además, los grandes problemas requieren no sólo de un gobierno que ordena y/o acuerda soluciones, sino de un país ordenado y una nación entera, hacia su progreso y su felicidad.
Democracia
Pensar, hablar y tratar de la democracia, no expresa exclusivamente sobre el sistema político, sino de una concepción del mundo que la mayoría no entendemos, en tal sentido y como consecuencia de ello, las personas en esta sociedad no participamos. Esa concepción es una forma de pensamiento y a la vez una forma de evidenciarse en la cultura, porque busca llegar, hasta la raíz de las relaciones humanas.
La idea de democracia ha cambiado al mundo, y lo sigue cambiando desde aspectos laborales y empresariales, hasta aspectos de educación, comunicaciones y el modo de entenderse entre las personas. La noción de servicios públicos, debería estar cambiando hacia una sociedad enteramente libre.
Nuestra Constitución inicia su articulado con los derechos individuales de la persona humana, exponiendo como principio que “la defensa de la persona humana y el respeto de su dignidad son el fin supremo de la Sociedad y del Estado”, luego expone de manera desagregada los derechos a la vida, a la libertad y a ser felices, finalizando con la extensión de todos los derechos que le asisten a la persona, sin restricción.
Tomando en cuenta lo antes expresado y haciendo reflexión de lo que acontece en las entidades públicas, cuando los ciudadanos nos “acercamos” para obtener un servicio, obligado o voluntario, nos topamos con que nuestras libertades pueden estar limitadas por muchas razones, por las normas mal enfocadas, por el poder público de algunos operadores, por el abuso de los mejor situados, por la fuerza material (económica o física) de los influyentes, por nuestra propia ignorancia, por el capricho o el arbitrio de las autoridades prepotentes, por la inseguridad y el desorden social, por estas razones, se necesita que se cambie estas situaciones por medios más adecuados a fin de adquirir poder para ser más libres.
Entonces la idea de libertad no puede pensarse en abstracto, sino en las vivencias diarias que tenemos en estos espacios de los servicios públicos.
Y es que nuestra libertad nos puede hacer más fuertes, pero requerimos ser más cultos, no sólo porque podemos pensar mejor o más dignamente, sino porque se pueden encontrar situaciones de bienestar como ver una presentación escolar de gimnasia rítmica, leer en una biblioteca pública, escuchar un buen concierto, o asistir a un concurso de pintura, o una exposición de artesanías o disfrutar de otras múltiples manifestaciones de la belleza sin costo alguno o a muy bajo precio. Los municipios pueden contribuir a dar más cultura y también más libertad.
Derechos y Administración
Nuestros derechos están siendo condicionados por la administración, como veremos más adelante; sin embargo, se habla de ministerios, se habla del sentido ministerial del poder, de servicios para los ciudadanos, pero esto entrampa un doble juego de conceptos.
Por un lado, el sentido administrativo del Estado, por lo cual se demanda que el Estado sea técnico, sin democracia, sin política como una gran mancomunidad de servicios. Y por el otro lado, el sentido de autoridad y participación. En realidad, hablar de esto, es lo que hacen los políticos en sus discursos, cuando juegan con las palabras y hacen todo tipo de promesas, indicando el uso de la fuerza y autoridad para solucionar la inseguridad o planteando garantías de servicios de agua y saneamiento para todos.
Pero se trata de nuestros derechos, por el simple hecho de estar aquí, en este mundo y pertenecer a esta sociedad, a este Estado, que en teoría nos garantiza vivir libremente y alcanzar nuestra felicidad. Pero ello, en la realidad, no es igual para todos, es por esta razón que el Estado debe garantizar que todos tengamos esa oportunidad, en igualdad de condiciones para satisfacer nuestras necesidades básicas de alimentación, vivienda, vestido, higiene, seguridad, educación y trabajo.
Entonces, el Estado se constituye porque el cuerpo social lo requiere, el Estado no es de naturaleza diferente de la Sociedad, las personas nos organizamos y escogemos a las personas que nos apoyen a enrumbar las acciones que nos ayuden a desarrollarnos y a mejorar nuestras condiciones de vida, a cambiar si se requiere nuestras formas y estilos de vida, y a mejorar nuestra calidad de vida, todo dentro del parámetro de la vida cotidiana. Así nos encontramos, figurativamente frente al Estado, que no es otra cosa que una expresión de nosotros como sociedad.
Dentro del Estado, algunos juristas nos llaman de diferentes formas, enajenando nuestra esencia de persona. Nos llaman: administrados, usuarios, deudor tributario, paciente, público, etc. Entendiéndonos como el “objeto” de la actividad administrativa, desconociendo nuestra participación como protagonistas.
Y es que el lenguaje construye nuestras realidades y nos convierte en objetos, que las otras personas, las que están al otro lado del mostrador, nos ven como eso, como objetos de su quehacer y su percepción es que les debemos pleitesía. Por el contrario, somos nosotros, las personas que constituimos la Sociedad y por necesidad de un ordenamiento necesario delegamos, por decisión nuestra, en ciertas personas, poder, autoridad. Las elegimos y ellas a su vez convocan a otras personas para que las ayuden a realizar los servicios que necesitamos para progresar.
Así, los miembros de la sociedad aparecemos de tres formas: Primero, como sujeto de derechos, obligaciones, responsabilidades e intereses de naturaleza especial y nos llaman “público”. Segundo, algunos de nosotros aparecemos como integrante del poder administrativo encarnando al Estado, representándolo y nos llaman “funcionarios”. Y tercero, otros somos convocados por estos últimos para colaborar a realizar las actividades que se requieran o exijan y nos llaman “servidores”.
Todos somos parte de esta desnaturalizada sociedad de personas. Algunos ni siquiera tenemos noción de ello, otros creemos que por nuestra formación universitaria somos más que aquellos que cultivan nuestros campos.
Esas distorsiones son generadas porque en los hogares, en las escuelas, en las universidades y en todas las instituciones, no enseñamos nuestra constitución, que es nuestro evangelio político, sobre todo los tres primeros artículos.
De esta manera, los miembros de la Sociedad no defendemos a las personas, mucho menos respetamos su dignidad. Tampoco asumimos que, esa defensa y respeto de las personas son el fin supremo de la Sociedad (nosotros como conjunto o cuerpo social) y del Estado (nosotros como representantes y autoridades de la sociedad)
Esta es una inquietud que he deseado transmitir como punto previo a otro escrito sobre la Dimensión Humana de la Gestión Pública*
Gracias por seguirme
* Esta publicación esta basada en el parafraseo de algunos párrafos de la Obra “Teoría de la Administración Integral”, del Ilustre Profesor Francisco Félix Montiel, Ed. INICAM, 1988