02 septiembre 2016

Ética Pública


Ética Pública

El otro día recibí una invitación a presentar una propuesta de exposición sobre Ética en el trabajo, para una Institución Pública. Casi siempre, y cada vez que recibo una invitación de esa naturaleza, pienso en qué es lo que se quiere obtener con una charla de hora y media, para un conjunto de personas, que en número (70) superan toda posibilidad de cambio. ¿Cuál es el tema de fondo que realmente se debe tocar?

Enfocando el tema


Siempre pregunto ¿Qué es lo que desean obtener? Desde el enfoque didáctico la pregunta sería ¿Cuál es el objetivo? Dicho en buen romance castellano ¿Qué es lo que se espera que hagan o puedan hacer los participantes después de una charla así?

Es claro que, con una exposición de este tipo, los participantes, animados o no, sólo obtendrán un concepto sobre el cual reflexionar. Y digo reflexionar, porque los términos expresados serán contrastados con la cultura impresa en las instituciones públicas. Eso, si tengo éxito de lograr que los participantes piensen en lo expuesto.

Existen varios tipos de expositores, algunos más motivadores y admirables por su manera de conectar emocionalmente con los asistentes a sus exposiciones. De otro lado, estamos los facilitadores que buscamos que las personas experimenten con actividades simples y lúdicas, para hacerlos reflexionar sobre lo acontecido, pero ello implica un número de participantes más reducido (32)

Lo cierto y lo real, es que, de una forma o de otra, tratar un tema como la ética en el trabajo y sobre todo en una institución pública, implica reflexionar de antemano, ¿para qué lo hacemos? Porque esa pregunta nos lleva, inevitablemente a contrastar con el paradigma de base que se encuentra comprometido con las definiciones fundamentales sobre la existencia y el comportamiento humano, con la definición de lo real, con lo que consideramos conocimiento, con los procedimientos válidos de argumentación y hasta con lo bello e imaginario.

Y es que atravesamos una época en que la mayoría de las costumbres, se ven contrastadas con una falta de parámetros, donde la idea de libertad se confunde con libertinaje, que la barbarie de la antigüedad asoma y se desborda en el comportamiento cotidiano y criminal. Donde el servidor público (colaborador) se siente dueño de un espacio al que fue invitado para ayudar en la atención de sus conciudadanos. Donde las personas que poseen algo material se sienten y creen que por ello son superiores a los demás, donde los que poseen automóvil pasan sin respetar al peatón, donde los ciclistas invaden la calzada, atreviéndose a empujar a los transeúntes.

Ética en el trabajo público


Hablar de ética en el trabajo, en instituciones públicas, empieza con el recuerdo y reflexión sobre dos preceptos básicos: a) la regla de oro, y b) un texto de nuestra carta magna. Empezamos con la regla de oro a la que se refieren todas las filosofías, culturas y religiones más antiguas. Nos estamos refiriendo al principio de la humanidad que marca la diferencia con los animales. Nos referimos a la máxima expresión:

“No hagas a otro, lo que no deseas que hagan contigo” o “Trata a los demás como querrías que te trataran a ti”

Este principio fue expresado de muchas formas, pero en esencia se refiere a lo mismo. Se trata del principio moral general o regla fundamental. Su universalidad sugiere que puede estar relacionada con la naturaleza humana. Es sobre esta base que se inició la reflexión teórica de los derechos humanos.

Esta expresión establece la dinámica de las relaciones humanas y su confluencia intersubjetiva, buscando el entendimiento, la comprensión de la necesidad de no agresión y el afianzamiento de la reciprocidad. Yendo más allá, en este espacio es donde se establece las condiciones para la empatía, donde la interacción subjetiva nos permite manifestar nuestros deseos, temores y juicios de valor.

El siguiente precepto básico sería: el primer artículo de la Constitución Política del Perú:

“La defensa de la persona humana y el respeto de su dignidad, son el fin supremo de la sociedad y del estado”

Es entonces donde reconocemos a la persona humana y su dignidad. Su defensa está por encima de toda situación, defender a nuestros niños y adolescentes de los abusos y violaciones, defender a nuestros ancianos del abandono, defender a nuestras mujeres de su situación de desigualdad en todo sentido, defender a los discapacitados, porque defendiéndolos, defendemos la vida, la libertad y el derecho a ser felices.

Defender a la persona es también mostrar respeto a su dignidad como ser humano. Y ¿Qué es la dignidad? Dignidad o cualidad de digno, valioso, valor inherente al ser humano por su calidad racional, dotado de libertad y poder creador, por su capacidad de modelar y mejorar su vida, a través del ejercicio de su libertad y de sus decisiones.

La dignidad se explicó siempre por la autonomía de escoger sus propias respuestas, porque el que sabe (tiene conocimiento) y puede gobernarse resulta un sujeto libre, un ciudadano. El ser humano es siempre digno porque puede decidir que ser, porque no es sólo lo que es, sino también, sus aspiraciones y proyectos personales. Así la vida humana es respetable porque puede ser algo más que simple vida orgánica, vida con sentido, o sea, biografía.

Pero no somos iguales, reconocer y tolerar esas diferencias entre las personas, para que cada una se sienta libre y digna, es afirmar la virtud y propia dignidad del individuo. La dignidad resulta de un buen equilibrio emocional entre las personas.

El extremo, el exceso de dignidad (orgullo) es el presupuesto de los privilegios y eso en esencia es negativo, aun cuando los mantenemos en nuestra sociedad. La dignidad refuerza la personalidad, fomenta la sensación de plenitud y satisfacción. La historia nos muestra como se ha negado la dignidad y justificado atrocidades que aún se mantienen en algunos países.

Lo más risorio, es que, los países con mayor desarrollo son los que provocan y mantienen esas atrocidades. En nuestro país, podemos apreciarlo cuando se le dice a un agricultor, que se asocia a un programa de reconversión de cultivos, en la entrega de los plantones, que llegan en mal estado y ante el justo reclamo, se le dice “…recibe nomas, no reclames tanto, que esto es un regalo” Eso es faltar el respeto a su dignidad e insultar su inteligencia, sólo por carecer de condiciones y recursos, que el Estado y sus agentes no hacen llegar.

También, cuando un grupo de funcionarios públicos, en una reunión donde se tiene que decidir estrategias para hacer llegar medicinas a lugares recónditos, se entrampan en situaciones de poder, siendo los perjudicados las personas que dependen de tales medicinas. Ejemplos puede haber muchos, sin embargo, la realidad se muestra con cara de hereje, con desconfianza y desazón, para los que reclamamos respeto y trato igualitario. Reclamamos defensa de la persona en todas las situaciones y condiciones.

Una charla sobre ética en el trabajo, para los colaboradores de una institución pública no podría omitir estos temas, porque en ellos se basa el quehacer diario y el objeto de sus labores, que está orientado hacia el servicio. Quien trabaja para el Estado, trabaja para nosotros los ciudadanos y esa es su condición. Esa es la premisa de su labor.

Gracias por seguirme!!!